jueves, 17 de septiembre de 2009

Libertad!

“…y se vio caer, de las ruinas del paraíso, la cabeza de Dios, junto a miles de ángeles mutilados por la ira del hombre que, cansados de su injusticia, tomaron venganza justa: ahora el trono de Dios es lugar de orgías y blasfemos actos. Desde ahora el hombre es el nuevo Dios…..y por fin ha encontrado su libertad!"

Adios!

El señor es mi pastor, nada me falta
en verdes praderas me hace recostar
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.

Me guía por el sendero justo
Por el honor de su nombre
Aunque camine por cañuelas oscuras
Nada temeré, porque Tú vas conmigo

Tu vara y tu cayado es su sangre
Preparas ante mí una de mesa,
Enfrente de mis enemigos
Me unges mi cabeza con perfume. Y mi copa rebosara

Tu bondad y tu misericordia me acompañan en
Todos los días de mi vida
Y habitaré en la casa del señor
por años, y años.

Los heraldos negros.

Hay golpes en la vida, tan fuertes ... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé!
Son pocos; pero son... Abren zanjas obscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé!

Cesar Vallejo.